Manual de Filosofía en español

Eje circular del espacio antropológico

El hombre una vez constituido se relaciona, en primer lugar, consigo mismo. Cuando, de entrada, sobreentendemos “hombre” como una denotación de realidades múltiples y heterogéneas (los individuos egipcios o los celtas, las instituciones chinas o las escitas), entonces la “relación hombre consigo mismo” no nos remite a una reflexividad pura, sino a un contexto de relaciones peculiares, a un orden de relaciones relativamente autónomo cuanto a las figuras que en él puedan dibujarse, que supondremos agrupadas alrededor de un primer eje antropológico. La autonomía de este orden de relaciones tiene carácter esencial (estructural, formal), no existencial: ningún orden de relaciones puede existir en este eje, aislado [63] de los demás. ¿Cómo designar a éste primer orden de relaciones? ¿Por qué llamar relaciones humanas a estas relaciones? ¿Acaso no son, también humanas las relaciones que reconocemos en otros órdenes? Ni siquiera cabe denominarlas “relaciones entre los hombres”: esto supone el peligro de reducir este eje a la condición de concepto sociológico o psicológico subjetivo (también deben figurar las relaciones de índole política, jurídica, económica, etc.). Para neutralizar la reducción de este concepto recurriremos a un artificio: tomar la denominación de un diagrama en el que los términos de la relación (los hombres) se representen por los puntos de una circunferencia (H1, H2…Hk) y sus relaciones por los arcos de la circunferencia que unen tales puntos. Así, denominaremos a este orden de relaciones por medio de la expresión “orden de las relaciones circulares”. {E&U/EPI 183 / SV 93-94 / → AAC}

Cuestiones proemiales